Blogia
Uigui: un nombre al azar

Se ahogó

-Si ella no vive, no sé vivir. Si ella no habla, no sé hablar. Si ella no sonríe, de qué me voy a reir-
-No, esa letra no me gusta, a ver, Antonio, ¿Cuándo vas a usar un poquito el cerebro? Date cuenta, date cuenta de que sos un fracaso. Yo ni dos mangos te daría por esa poesía berreta. Haceme el favor de irte. Sí, andate a fumar un pucho y despejate aunque ¡Bah! igual no sirve. Tu poesía no me sirve.-
Y Antonio se siente frustrado. Pero no frustrado como artista, sino como hombre, porque sabe que el poema representa lo que siente. Y entonces sus sentimientos son así de berretas. Él parece que no sufrió nada, que no vivó nada, que no sabe nada. Sale de la habitación aquella con olor a humedad y oscura, tan oscura. Claro, allí reina la muerte. Ahí dentro un poeta no puede escribir sobre flores y colores. Lo que vive Antonio es siempre lo mismo sólo que acorde con el lugar donde esté lo ve distinto. Lo siente distinto. Lo escribe distinto. Abre la puerta del edificio. Se ve que la muerte de Carina es tan berreta como el poema. Prende un pucho. Porque esas cosas no se venden. Plata. Eso es lo que Antonio necesita y qué asco este hombre que sin saber su vida le dice que lo que siente no vale ni dos mangos. Camina. Si lo que siente es tan común, es tan tonto, es tan berreta, para qué seguir sintiendo. A nadie le importa ya y a ese gordo infeliz, jamás le ha importado. Pero Antonio aguanta. Un día soleado y el silencio reinante. Una ventana, quizá un revólver...

0 comentarios