La complejidad de lo más simple imposible
Benito piensa que no hay nada más aburrido que trabajar en una fábrica de botones. Redondos. Cuadrados. Triangulares. Formitas de estrellas. Formitas de moño. Rojos, blancos, azulados, verdes. Van, vienen, van, vienen. Tic tac tic tac. Dos agujeros, cuatro agujeros, dos. Bolsitas cajitas y sueltos. Y después Benito se va. Y vuelve. Redondos, rojos, van, tic, vienen, tac dos bolsitas. Y se va. Y no se equivoca.
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