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Uigui: un nombre al azar

Podía Imaginar

Podía Imaginar Miró por la ventana unos segundos y volvió en sí. La ventana estaba alejada. Al igual que el paisaje. Pero eso no le importaba. Podía imaginar que estaba allí, debajo de la lluvia. Podía imaginar que acariciaba los perros mojados y oía lo pájaros cantar ahí, sentada en el pasto húmedo que tanto le amortiguaba el dolor. Podía imaginar, por qué no, que estaba allí con su amiga del alma, teniendo extensas charlas sobre un libro, un novio, los padres, los hijos. Podía imaginar que caminaba lentamente y sin prisa por llegar a ningún lado, porque podía también imaginar que no tenía destino. Podía imaginar que se sentaba allí, donde aquella mesa se divisaba, y jugar a las cartas con alguien en vez del monótono solitario que se imaginaba que jugaba. Podía imaginar que ganaba el juego de cartas, se reía del perdedor, pero enseguida se amigaban y se metían en otro juego de cartas tan intrigante como el anterior. Podía imaginar que tenía un gato que se llama como ella se imaginaba que se llamaba, y que traía ratas muertas que ella detestaba. Podía imaginar que, tras tirar la rata, el gato iba en búsqueda de otra, y era un sinfín de cosas que ella podía imaginar que el gato cazaba y traía a la casa. Podía imaginar que estaba en un apartamento, frente a una chimenea, donde el fuego largaba chispas pero no de las que queman, sino las otras, las que nos gustan. Podía imaginar que bailaba en una fiesta de gala y que su pareja de baile la besaba en la frente mientras se juraban eterno amor. Podía imaginar que tenía hijos, que también se llamaban como ella podía imaginar que se llamasen. Podía imaginar que escribía en un diario su vida normal, rutinaria, pero que no la cansaba ni la aburría. Podía imaginar que estaba allí afuera, viviendo la vida, en vez de estar en una cama de hospital... donde ella podía imaginar que estaba.

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