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Uigui: un nombre al azar

(Sin titulo)

(Sin titulo) El doctor dijo que estoy enfermo. Quisiera preguntarle qué clase de enfermedad tengo. El otro día lo vi decirle a la señorita que me trae la comida, que no me respondiera las preguntas. De qué tiene miedo? De que yo no pueda soportar mi enfermedad? La señorita asintió con la cabeza y luego se dirigió a mi habitación. Quise preguntarle por qué no me podía contestar mis preguntas. Me diría que empiece a comer, como siempre hace cuando trata de evadirme. Entonces en vez de preguntarle eso, le pedí un espejo. Parecía sentirse incómoda con mi presencia y pensé que quizá era a causa de mi físico. Vi mi rostro entonces. No me gustaba mi corte de pelo. Una vez les pedí que no me lo cortaran así, pero se hicieron los sordos y me lo cortaron de todas formas. Tampoco me gustaba la forma de mis anteojos. Ni el hecho de usarlos. Eran redondos. Nunca me gustaron los anteojos redondos. Por qué me hacían hacer cosas contra mi voluntad? Les dije hasta el cansancio que los anteojos me marean. A lo mejor no son los anteojos. Probablemente me dan un sedante o alguna droga que me hace sentir mal. Detrás de los lentes y el mal corte de pelo, no vi una cara desagradable. Mi mamá siempre me decía que era lindo, y ella no mentía. O lo hacía? Si lo hacía, es tarde para reproches. Ella está muerta. Por suerte.
El día en que murió me miré al espejo y no me acuerdo de lo que pensé o sentí salvo que después, me encontraba yo en una camilla y ella, en otra. Yo tenía veinte años. Lo recuerdo bien. No había espejos en mi casa. Las paredes eran oscuras y los pisos viejos. En el techo, las manchas de humedad formaban personajes diabólicos; asesinos. A uno de esos personajes le puse nombre. Se llamaba como yo. En esta habitación no hay humedad. Ni espejos. Ni mi madre.
Creo que tengo una hermana. Sara, creo que se llama. No la veo desde la muerte de mi madre. Recuerdo cuando era pequeña. Estaba prácticamente unida a mí, y todavía no parecía siquiera un humano. Pero con el tiempo iba creciendo. Se deslizaba por el techo como una nube se mueve en el cielo. Sara también era diabólica y asesina. Un día, recuerdo, mi madre nos vio y trató de sacarnos del techo. Sí. Fue ese día cuando murió. Entonces supe que Sara era asesina. Igual que yo. Y si aquella señorita que me trae la comida sabe de mi hermana? Quizá le tiene miedo. Es culpa de Sara, entonces. A mí me dicen enfermo? Ella es la enferma. Pero no por culpa de Sara tienen que dejar de responder mis preguntas. Eso sería ilógico. Mañana viene el doctor. Mañana le pregunto. Por qué fui a parar a este lugar? Me tienen con las manos atadas y sólo me las sueltan cuando tengo que comer. Para qué comer comida de ese lugar si la que tendría que estar allí es Sara? Ya han pasado creo que diez años desde que murió mi madre. Sara no me visita desde entonces. Seguirá viva? Habrá matado más vidas inocentes así como hizo con mi madre? Quizá salió del techo, de la habitación, de mi casa. O por ahí hoy mi viene a matar. Por ahí es eso lo que la señorita de la comida sabe y no quiere decirme. Quizá insiste en que yo coma porque sabe que será mi última comida, último bocado que yo pruebe. Entonces, mejor como.

1 comentario

Raquel -

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